Serie de reportajes sobre la españolidad de Cataluña a lo largo de la historia
En BCN Content Factory ofrecemos tanto un reportaje conjunto de la historia común de Cataluña en España, como por capítulos. Para hacerlo, nos hemos puesto en contacto con las fuentes: catedráticos en Historia y textos que documentan este trabajo de periodismo histórico. Los capítulos que se ofrecen de forma total o parcial son los siguientes:
Capítulo 1. Barcelona, capital del primer proyecto hispánico. Año 415. La provincia de la Hispania romana es cercenada del imperio y cedida a Ataulfo y Gala Placidia, que instalan la corte en Barcino. Es el nacimiento de España como unidad política independiente y federada con Roma. Es el origen remoto de la historia común hace nada menos que 1.600 años.
Capítulo 2. Condes de Barcelona y condes de Aragón. Se trata de explicar bien la política de los condados catalanes (que ya existían como tales según numerosos documentos) pero sin existir una Cataluña unificada como pretende el nacionalismo. Las tensiones y luchas territoriales y sociales se aprecian en dos momentos concretos: el Compromiso de Caspe, que explica cómo la oligarquía catalana vende el título de conde de Urgell para así tener un rey de fuera, desconocedor de todo y así más títere para someter el pueblo; y la guerra civil de Juan II contra la Generalitat, que en términos actuales sería la mala y oligarca opresora. La visión es que el rey protegía a los más desfavorecidos en contraposición a la Generalitat, que defendía intereses y privilegios sociales. Un ejemplo claro es la sentencia arbitral que libera a los remensas.
Capítulo 3. La vocación hispánica de la Cataluña medieval. Para contraponer el ‘mito’ de la construcción nacional de Cataluña, este capítulo pondría de manifiesto las rivalidades entre los diferentes condados catalanes, así como la vocación hispánica de los diferentes reinos que componían la península cuya vocación era, efectivamente, reconstruir el Reino Godo. Además, hay que poner de manifiesto el uso que se realizaba de la palabra España en la época para definir a los habitantes de la península de una manera común.
Capítulo 4. Los reyes católicos. En sus personas y herederos se vuelve a producir la unidad. Es un Reino unido de reinos independientes bajo una persona. Eso era lo esperado y buscado en los últimos 800 años con la reconquista y la política matrimonial. No nace España como estado unitario. Ni falta que hace, ya que España ya lo era como concepto. No eran tiempos de ese tipo de unidades, ya que ni tan siquiera Francia lo era. España volvía a ser una bajo una corona cristiana y la participación de la Corona de Aragón fue fundamental.
Capítulo 5. Los catalanes en América. Capítulo para desmitificar la pretendida exclusión catalana de América. La recepción del primer viaje de Colón fue en Barcelona, y, aunque no contó con catalanes, el segundo sí lo hizo. Testimonio de ello fueron Pere Margarit, obispo de Girona o Bernard Boyl, prior de Montserrat, Miquel Ballester o el cronista Ramon Pané. El tercer viaje contó con Jaume Ferrer de Blanes, el proyecto de la exploración de Terranova por parte de Joan d'Agramunt, así como la presencia catalana en la primitiva colonización de Santo Domingo. A partir de 1520 y tras la superación de la sugestión del mercado africano, son múltiples los síntomas de avidez comercial catalana con América. Carlos Martínez Shaw ha precisado que los catalanes intervinieron con mayor o menor intensidad en la carrera de Indias desde la apertura misma del mercado americano, a pesar de la vigencia del monopolio sevillano. El siglo XVIII aportó toda una serie de conquistadores catalanes y mallorquines: Fra Juniper Serra, Gaspar de Portolá (gobernador de Puebla de los Ángeles), Pere Fages (gobernador de las Californias), Miguel Constansó, Joan Pérez, Fra Crespi, Palou, Font, Pere Prat de Montpellier, Soler, Alberni, Moragues, Romeu, Jorba, Picó, Rivera i Montcada, José de Gálvez (Visitador General), Juan Pujol (de los Voluntarios de Cataluña ), Salvador Fidalgo (explorador de la Costa Noroeste de América). Hacia mediados del siglo XVIII, lograron coincidir en la Nueva España diversos grupos de catalanes, entre los que destacaban ciertas personalidades integradas al gobierno real, algunos comerciantes, un buen número de frailes franciscanos y el contingente militar comandado por experimentados oficiales que sería la Compañia Franca de Voluntarios de Cataluña al mando del Capitán Callis.
Capítulo 6. La guerra de los segadores. Capítulo en el que abordaremos el intento de modernización de España llevado a cabo por Olivares en contraposición a los privilegios e instituciones de carácter feudal de Cataluña. Trataremos el “levantamiento” de los segadores desde la perspectiva social como complemento de la visión nacional de algunos autores y del independentismo catalán. En este sentido, trataremos la figura de Pau Claris no como un líder de los catalanes, sino más bien como alguien que trabajó por su cuenta la incorporación de Cataluña a Francia. Hay que remarcar las consecuencias para Cataluña de esa incorporación a Francia, el exilio noble a Castilla y la situación del Rosellón francés después de su incorporación al reino franco.
Capítulo 7. La guerra de sucesión. La guerra de sucesión tiene dos enfoques que desmontan el mito independentista. Uno es que la opción por la casa de Austria no supuso un enfrentamiento con España, sino la implicación de Cataluña en la construcción de la monarquía y el futuro de España, de la que Cataluña podía salir mejor parada que la casa de Borbón. De hecho, el Fénix se puede interpretar como uno de los primeros intentos de regeneracionismo catalán desde el punto de vista económico, que no político, en su implicación en la monarquía hispánica. El segundo punto es el de la propia decisión de apoyar a la casa de Austria. Hasta la llegada de la flota austracista no se crea la coalición Barcelona-Vic para apoyar al partido de Austria. Esto significa que tuvo más una componente de apuesta por el ganador que una justificación al absolutismo borbónico, cuya apelación no se encuentra en los panfletos de los primeros años. Además, es importante significar la guerra civil que supuso en el interior de Cataluña la propia contienda, con diferentes territorios luchando entre sí por intereses propios. Hay que profundizar, a la vez, en el concepto de “Guerra a ultranza” que supuso la fase final de la guerra y advertir como esta estrategia no era unánime entre los diferentes miembros del Saló de Cent. De hecho, Casanovas se mostró contrario a esta salida.
Capítulo 8. El siglo XVIII borbónico. Las consecuencias de la derrota en la guerra de sucesión fueron duras para los defensores de la corona de Austria y de la guerra a ultranza. Los escritos inmediatamente posteriores al 1714 van en la dirección de justificar la posición tomada por estos autores (principalmente Feliu de la Peña) y son los que, en gran manera, se toman de referencia desde la historiografía nacionalista. Pasados los primeros años, y de forma curiosa, desaparece cualquier referencia a la derrota y a la situación de Cataluña, que no vuelve a aparecer hasta finales del siglo XIX. ¿La causa? El desarrollo económico y social del siglo XVIII catalán, fue, como mucho, uno de los más prósperos de su historia. A ello contribuyeron muchas de las medidas tomadas por la administración borbónica, como la desaparición de las fronteras interiores y los aranceles. Cataluña tenía abiertas las puertas de América después de que se le cerraran las del Mediterráneo y eso permitió un auge comercial sin parangón (gracias a los decretos de libre comercio de Carlos III) y su entrada a la industrialización con capital propio. Además, en este periodo se puede desmontar gran parte de los mitos nacionalistas, como el de la lengua: el declive del catalán como lengua de uso comenzó mucho antes de 1714 y se enmarca dentro de un proceso que viven muchas lenguas europeas, en las que las élites locales prefieren expresarse en lenguas “con proyección europea” y reservan la lengua local para el ámbito privado.
Capítulo 9. La Guerra de independencia. La Guerra de independencia supuso una implicación mayor de Cataluña en la política española y demostró la integración plena de los catalanes a España en defensa de su patria y de su rey más allá de la francofobia que tanto aluden los nacionalistas catalanes. Es importante en este capítulo destacar a los patriotas catalanes que lucharon (como el general Baiget) contra el invasor, así como los simbolismos que acarrearon, como el bordado por parte de las mujeres de banderas españolas. Contraponer la mitología de la Guerra de Sucesión con la realidad de la Guerra de Independencia desmonta el soberanismo catalán. Igualmente es importante contraponer el sitio de 1714 con los sitios de las ciudades catalanas durante la guerra de independencia. Gerona (1808-1809), Rosas (1808), Lérida (1810), Tortosa (1810-1811) o Tarragona (1811). En este sentido en este capítulo del reportaje se pondrá en valor frente al ostracismo nacionalistas, las mitificaciones de la historia de Cataluña que tuvieron una clara connotación españolista, como el Bruc.
Capítulo 10. La vanguardia española: implicación política y militar de los catalanes en la España del XIX. La redacción de la constitución de Cádiz y todo el siglo XIX tiene una especial significación para Cataluña por muchos motivos. No sólo porque la guerra de independencia demostró que Cataluña luchó por España y tenía una plena conciencia de pertenencia a la nación, sino por la propia concepción de la nación que se inicia en Cádiz. A diferencia del nacionalismo romántico catalán, que basa la existencia de la nación en el concepto romántico medieval y los privilegios e instituciones del Antiguo Régimen, la nación española basa su existencia política (que no histórica) en el concepto revolucionario de la constitución a imagen de Francia. Esa es la diferencia fundamental entre estado moderno y nación antigua. Es importante remarcar este aspecto que diferencia muy bien los dos conceptos. En este sentido, hay que remarcar cómo vive Cataluña este periodo: la implicación catalana en la Constitución de Cádiz (con la participación de 17 diputados), y los movimientos políticos catalanes como movimientos nacionales ejemplificados en el carlismo como seña de identidad de Lérida y Tarragona, Marruecos y Cuba. En este capítulo hay que recordar la participación activa de los catalanes en la defensa de España. Como primer punto podemos analizar la actividad de la tropa catalana en la guerra de Marruecos, con la figura del General Prim con espada y bandera española en mano y su famosa arenga a reverdecer las glorias españolas y a representar el honor y la gloria catalana de Palestina, Grecia y Constantinopla, lo que demuestra la interrelación entre la historia catalana y española. La implicación catalana fue fundamental en las batallas de Wad-Ras y Tetuán. De hecho, uno de los símbolos más importantes de la soberanía nacional, como son los leones de las Cortes, están hechos de los cañones marroquíes de la batalla de Tetuán. El mismo sentido se da a los voluntarios catalanes que lucharon en Cuba y que lo hicieron “por la honra de España y para mantener la integridad del territorio a la sombra del glorioso trapo de barras rojas”.
Capítulo 11. La Reinaxença y el proyecto regeneracionista. En este periodo es cuando se escriben las bases de lo que sería el nacionalismo actual: nación diferenciada culturalmente y base de defensa de los privilegios contra el absolutismo monárquico. Esto sirve para justificar posteriormente, o bien la regeneración de España, o bien la búsqueda de una emancipación política nacional. De todas formas, vale la pena poner en valor las diferentes alusiones que los principales autores realizan sobre este tema: de los “¿Españoles? ¡Sí! ¡Más que vosotros! ¡Viva España!” de Joan Maragall, a la expresión de Cambó: “Yo, que soy nacionalista catalán, no creo que España sea una cosa artificial, sea un ente jurídico ni deba ser únicamente un ente político; yo creo que España es una cosa viva, y que ha sido siempre una cosa viva”. Pasando por la reflexión de Prat de la Riba: “Así, el nacionalismo catalán, que nunca ha sido separatista, que siempre ha sentido la unión fraternal de las nacionalidades ibéricas dentro de la organización federativa”, sin olvidar el programa “Per Catalunya i l’Espanya Gran” de la Lliga Regionalista.
Capítulo 12. Los catalanes y la transformación de la España del siglo XX. Hay que desmitificar el hecho de que el franquismo haya sido un régimen político ajeno, impuesto desde fuera por sufrir una guerra contra Cataluña. La historiografía más seria sobre la Guerra Civil y el franquismo ha desmontado ampliamente la tesis de los revisionistas. De lectura imprescindible en este campo es “Historia del franquismo en Cataluña”, de Martín Marín. El autor desgrana las raíces y la consolidación del franquismo catalán "forjado ya durante la Guerra Civil con los que contribuyeron a la victoria de las armas de Franco combatientes y miembros de la quinta columna- y completado en la inmediata posguerra con todos los que ayudaron a poner de pie el edificio de la administración franquista y sus instituciones". Decenas de miles de personas -alcaldes, concejales, diputados provinciales, delegados de servicios políticos y sindicales- que no habían venido "de fuera" ni habían actuado "por la fuerza". Otra lectura fundamental en este ámbito es “Los catalanes de Franco”, de Ignasi Riera, que incluye la biografía de 141 catalanes -políticos, empresarios, periodistas y religiosos- que desarrollaron su actividad política durante el franquismo. En sus páginas se constata que en Cataluña el régimen no sólo se nutría de falangistas locales, carlistas y algún monárquico, sino en gran medida también de hombres de la Liga, el partido histórico de la derecha catalana. Hay frases míticas como la de Valls y Taberner en su artículo "La falsa ruta", que resume el ideario de muchos hombres de la Liga transformados en nuevos adictos al régimen: "el catalanismo es hoy un cadáver . Para el bien de Cataluña y de España entera no lo podemos de ningún modo dejar insepulto". O de Ramon de Abadal y Calderó: "Como catalanes, afirmamos que nuestra tierra quiere seguir unida en los otros pueblos de España por el amor fraternal y por el sentimiento de la comunidad de destino ( ... ) saludamos a nuestros hermanos que, a milla , luchan en las filas del Ejército libertador". No es cierto, pues, que el franquismo en Cataluña fuera cosa de cuatro gatos. Un último punto que podríamos tratar es el de la Cataluña de la transición y su evolución posterior. Cataluña tuvo un papel muy activo en la transición política española y el resultado de la Constitución y de la estructura política y territorial de la nación dio respuesta a los anhelos no sólo de autonomía de muchos catalanes sino de la tradición política regeneradora y catalanista. La transición supuso un pacto al más puro estilo pactista de la tradición política catalanista y su evolución posterior en competencias y recursos todos pactados con la Generalitat ha supuesto una evolución de profunda descentralización y pactismo que hubieran suscrito cualquier “catalanista” del imaginario colectivo nacionalista desde la edad media hasta ahora. Es el proyecto independentista, pues, lo que rompe la tradición catalanista y el espíritu catalán forjado a través de los siglos.
Si le interesa este reportaje contacte con nosotros.